No está bien, es una contradicción. Me debato en esta crisis
existencial luchando contra demonios insidiosos que quieren adueñarse de mí
mente y al siguiente momento pienso que mi desazón es el síntoma de un legítimo
deseo de crecer, evolucionar, transformarme cual crisálida en futura mariposa.
Durante toda mi existencia he sido apoyo, descanso, incluso
paño de lágrimas. He sido abrazado en representación de cuerpos ausentes, he
sentido el calor de quienes me utilizaban para su comodidad, se supone que esa
es mi razón de ser. También he sido lanzado, apartado sin escrúpulos cuando mi
presencia no era requerida. Me han usado como objeto decorativo y, lo admito, me
he sentido orgulloso por ello.
Ahora me veo arrinconado en este lugar oscuro sin saber si
algún día volveré a ver la luz. Aquí he tenido mucho tiempo para reflexionar y
añorar los pesos que en otro tiempo me abrumaban. Pero no, esta es una añoranza
servil y desesperada, la verdadera, la loca y sublime es la otra, la que casi
no me atrevo a formular, el sueño que ya no puedo arrancar de mi corazón.
Tener brazos y piernas, poder abrazar y no solo ser abrazado,
correr a buscar contacto humano en vez de estar condenado a esperar que venga a mí.
¿Estoy loco? ¿Es mi sueño la más vana de las quimeras? Ni lo sé, ni me importa
porque simplemente es todo lo que ahora tengo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarSoy MIren, Pero he salido como Armiñón
Eliminar¡ Pobre y a la vez gran cojín ! ¿Quién no se ha sentido alguna vez como él?
ResponderEliminarMe ha encantado tu relato.
Miren
Me gusta mucho la idea de que su mayor deseo fuese a la vez su utilidad
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