viernes, 23 de octubre de 2020

Charo

No está bien, es una contradicción. Me debato en esta crisis existencial luchando contra demonios insidiosos que quieren adueñarse de mí mente y al siguiente momento pienso que mi desazón es el síntoma de un legítimo deseo de crecer, evolucionar, transformarme cual crisálida en futura mariposa.

Durante toda mi existencia he sido apoyo, descanso, incluso paño de lágrimas. He sido abrazado en representación de cuerpos ausentes, he sentido el calor de quienes me utilizaban para su comodidad, se supone que esa es mi razón de ser. También he sido lanzado, apartado sin escrúpulos cuando mi presencia no era requerida. Me han usado como objeto decorativo y, lo admito, me he sentido orgulloso por ello.

Ahora me veo arrinconado en este lugar oscuro sin saber si algún día volveré a ver la luz. Aquí he tenido mucho tiempo para reflexionar y añorar los pesos que en otro tiempo me abrumaban. Pero no, esta es una añoranza servil y desesperada, la verdadera, la loca y sublime es la otra, la que casi no me atrevo a formular, el sueño que ya no puedo arrancar de mi corazón.

Tener brazos y piernas, poder abrazar y no solo ser abrazado, correr a buscar contacto humano en vez de estar condenado a esperar que venga a mí. ¿Estoy loco? ¿Es mi sueño la más vana de las quimeras? Ni lo sé, ni me importa porque simplemente es todo lo que ahora tengo.

 

4 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. ¡ Pobre y a la vez gran cojín ! ¿Quién no se ha sentido alguna vez como él?
    Me ha encantado tu relato.
    Miren

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  3. Me gusta mucho la idea de que su mayor deseo fuese a la vez su utilidad

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